1/6/09

Las bicis del Sol

Don Cataldo se había mudado a Meristemo y había llamado la atención de los niños del lugar por la parafernaria de herramientas, libros de ciencia, máquinas a medio terminar y todo un sinfín de cosas que bajaban de su camión de mudanzas. Luego de unos días de seguirlo y de tratar de averiguar que se traía aquel semicalvo y sombrío señor descubrieron la verdad. El hombre estaba en las etapas finales del diseño de una especie de "Solcicleta" de cuatro ruedas que funcionaba con un pequeño motor alimentado de luz solar captada por un panel colocado justo arriba de aquel novedoso medio de transporte. Sin lugar a dudas todo un acontecimiento para la industria automotor, y una licencia que de concretarse le traería sus fructíferos dividendos. En resumen el libro basaba todos sus cuentos en este hecho. En como una pequeña sociedad de las periferias se obnuvilaría y se rendiría a los pies de este invento. Y todo claro, con las decoraciones, deformaciones y exclusiones del caso. El libro de texto estaba aclimatado justo para sus lectores: nenes de 2do grado que comenzaban a aprender los significados de los sustantivos, los significados de los acentos, en definitiva la idiomatización que los acompañaría el resto de sus vidas.
Pero claro, esto tenía un costo... La Verdad.
La verdadera historia sitúa a Don Cataldo tres años antes en la Secta Experimental de los adoradores del Reino de las Estrellas. Durante ese tiempo la expansión de sus ideas crecía a la velocidad de explosión del universo y todo aquello que permanecía en el subconsciente, habia sido dado a luz en sueños mortíferos y despiadados, aunque algunos mas bien eran rosas y se mezclaban en ocasiones con utopías sobrenaturales que lo llevaban al éxtasis. En aquellos días de sol y sombras, Don Cataldo navegó en un sumun de deseo estelar transportado por el Peyote, Charutos de Cannabis y Salame, y hongos alucinógenos fosforescentes que le generaban paranoia asesina. En mas de una ocasión lo encontraron desnudo en la puerta del Lola Membrives afirmando que el mal se aparecería en forma de Culos y se lo llevaría para descuartizarlo y repartir sus restos por el mundo.
Don Cataldo consideraba que su sufrimiento físico y mental, era el portal hacia el mundo de los elegidos y la vida eterna. Se aislaba semanas en busca de una salvación que no llegaba, ¿que no llegaría?.
Un día se presentó ante los líderes de la secta (a los que el consideraba "flojitos"), y les imploró que lo dejaran seguir su camino libre, su sendero que ya había tomado un matiz por demás oscuro. Para su sorpresa, los líderes lo liberaron de sus obligaciones y le desearon buena suerte en su búsqueda. Cataldo ignoraba que ni siquiera aquellos sombríos seres eran capaces de domarlo. Cuando ellos le pedían un gajo de mandarina, el traía una sandía, y cuando le pedían una sandía, el traía una tonelada de soja. Y a veces el cumplimiento excesivo se vuelve contraproducente, inmanejable. En una ocasión, Sills Mendizabal, una de las cabezas del grupo, exigió en un ritual el sacrificio de una gota de sangre de las manos de los fieles. Cataldo estuvo tres semanas en Coma por abririse el abdomen con un tramontina. Hasta ahí llegaba su búsqueda.
Cierto día Don Cataldo arribó a Meristemo, pero no en un camión de mudanzas como relataba el libro de Editorial Colihué, lleno de inventos, revistas, y máquinas a medio terminar, y tampoco había niños vigilando su llegada. Su padre le había heredado una prefabricada bastante grande, que abandonada por mas de 15 años, el viejo puto este estaba presto a habitar.
Hacía muchos años que Cataldo buscaba sin cesar el camino a las estrellas. Su búsqueda de elementos era tan intensa que podía llegar a pasar una semana sin dormir, sometido a los placeres de los barbitúricos y al estelar destino de sus pasos. Era innegable que Don Cataldo iba un paso o dos mas adelante que sus pares, esos hombres de ciencia clavados en estandares predeterminados. El iba mucho mas allá de las cosas, incluso del tiempo.
Durante sus noches de lectura Hegeliana, Cataldo ponía al descubierto las contradicciones de cada uno de sus pasos y la fórumla para solucionarlos. Asi fue que un dia se sentó en su escritorio, desplegó una cartulina amarillla y comenzó a hacer garabatos, que con el correr de las horas se convirtieron en algo mucho mas concreto que simples manchas.
En la cartulina se observaba una especie de automóvil desnudo, con ruedas de bicicleta, un pequeño acumulador en la parte trasera acompañado de un motor de 4CV, y como techo, un panel que captaba luz solar, lo cual alimentaba el funcionamiento de la "Solcicleta". Pasaron dos meses hasta que pudo materializar su proyecto en algo real.
Una tarde, el viejo consideró que era le momento de darle vida y movimiento a su creación. Y salió por las calles de Meristemo, un pueblo que austaba no por su oscuridad ni por su abandono, sinó todo lo contrario. Abundaban las perfecciones Rubias, que con ojos duros levantaban sus manos para saludar mecanicamante cual robot programado para permanecer siempre en silencio. Los hombres solo se diferenciaban unos de otros por el color de sus chombas Lacoste, pero parecían clones a la hora de alardear de sus posturas de emprendedores posmodernos. Esos hombres que encabezan en teoría familias y parejas exitosas, con un perro, un chalét con el techo a dos aguas, y un fin de semana en los cuales las mujeres se reunían para hablar de costuras y de sus maridos, y los hombres para competir a ver quien la tiene mas grande con sutiles discursos acerca de sus ventas, o de la calidad del piso de sus casas. Cataldo estaba asqueado de esa realidad casi Americana, es que Meristemo era le fiel reflejo de la clase media mas arrogante y despreciable que podía existir. Formato Americano, escencia Argentina. Y asi el y su "Solcicleta" se paseaban en éxtasis por la realización de su cometido, y vomitivamente por el olor a pudredumbre que emanaba aquella tribu de Argentinos Perfectos.
El novedoso rodado funcionaba de maravilla, al verlo los habitantes del pueblo lo miraron obnuvilados, deseosos urgentemente de tener el suyo.
¡Cataldo!- grito uno- ¿De quien es este diseño?¿Donde lo conseguiste?
Es mío- afirmó con indiferencia.
Luego de esa pregunta, se dió cuenta de que todos los demás le harían la misma pregunta, "¿Cuanto Cuesta?", "¿Cuando podés hacer el mío?", "Quiero que el mío sea el mejor", y que irremediablemente y quizás muy a su pesar, habían definitivamente nacido Las Bicis Del Sol.
Cataldo enfermo de ese pueblo, decidió fijar precios altísimos, con la convicción demasiado precisa de que fuere cual fuere el valor de la Bicis, el vicio impregnado en aquella pequeña civilización, ese de nunca quedar abajo de nadie, sería una garantía, no solo de ventas, sino de que cada uno de los pedidos sería una miseria mas de todos aquellos hombres.
El no había creado las Bicis para venderlas. Conectado al sol se sentía mas cerca de algo, de su realidad, su idea era que aquella semi-maquina se lo lleve para siempre.
Durante los tres primeros meses de ventas Cataldo cosechó fortunas. Si uno salía a las calles, veía a los hombres de blanco y a las mujeres de Pastel paseando y moviendo las cabezas para saludar, y a los adolescentes en las esquinas, "tuneando" sus bicis para levantar chicas. Se sentía miserable por eso, culpable de alimentar el ego inexistente de personas que no significarían nada para el mundo despues de muertas. Nutriendo de hipocresía un lugar que no solo carecía de identidad, tambien de moral, de dignidad.
Al ver que su invento no lo llevaría al Reino de las Estrellas, y que en cambio se había convertido en un elemento mas de adoctrinamiento para una sociedad enferma, Cataldo cayó en una profunda depresión. Para colmo de males en Meristemo solo llovía o se nublaba una vez al mes, y solo de noche. Por eso no salía nunca a la calle, y hacia rato habia dejado de atender nuevos pedidos.
Una noche cruzó la arboleda y llegó a la laguna. Se sentó en su orilla y se quedó largas horas pensando que le deparaba el destino. Lo que sucedío despues de eso aún contunua siendo un misterio. Hacía días que nadie lo veía, hasta que un día un niño llamado Federico, lo encontró muerto a orillas de la laguna. No hubo conmoción, sinó la típica reacción hacia aquellas personas que pasan a mejor vida.
Era muy callado- replicó una mujer.
A mi me parecía un poco raro- afirmó otra.
¿Y ahora quien me arregla mi Bici?- Dijo un hombre, mientras avisaba a otro del deceso mediante un mensaje de texto con un celular de 2500 dólares.
A su entierro fueron tres personas mas el Cura, aunque los presentes se aburrieron del sermón, y comenzaron a retirarse. Cual si fuera su Requiem un viento silbatino comenzo a azotar el ambiente, y un diluvio que duraría dos meses sin parar se precipitó sobre Meristemo. El sacerdote, solo con el ataúd, miró al cielo y pensó: "Este hombre ha de estar en las Estrellas".